Se había ocultado por mucho tiempo, "demasiado tiempo" decía él.
¿Qué significaban esas lágrimas? ¿Acaso tenían alguna explicación lógica, racional?
¿Será que los sentimientos afloraban para no volver a calmar?
"¿Y por qué lloras?" preguntó él; ella tragó saliva... "esa pregunta no" pensó.
"¿Por qué estas tratando de sobrevivir?"
Ella no pudo mirarlo a los ojos.
"¿Por qué estás tratando de ganar algo que se te fue regalado?"
Ella sintió que esa verdad ya estaba oculta muy en su interior.
Ella sabía que él tenía razón.
Por mucho tiempo su lucha fue contra el resto, luego contra él, luego contra ella misma... y por fin él le mostró que sus luchas eran en vano.
Porque todas esas luchas venían de la misma fuente oscura, destructiva.
Porque todas esas luchas ya estaban ganadas.
La verdadera lucha existía desde el día en que ella le dijo "Sí" a él.
Y era una lucha peculiar, por ser la única que aquel día empezó para el enemigo, pero terminó para ella.
Lo único que a ella le faltaba era usar su corona de plata.
Él se la dio desde que ella aceptó, pero ella no la usó... hasta entonces no.
Las lágrimas salían, pero esta vez ella sabía.
Esas lágrimas eran por el agua viva, dentro de ella corrían sus ríos.
Él le levantó la mirada.
El rey miró a su hija a los ojos.
La historia detrás pasaba como fotografías antiguas.
"Recordá lo que tu hermano ya hizo."
Él ya había sufrido.
Él ya había decidido.
Él ya había ganado;
porque él ya había resucitado.
Llegó él, llegó por atrás su hermano, y casi como una brisa rozó su mejilla con su mano.
"Sabes que fue suficiente" dijo su papá.
"Volvé en sí, hija. Volvé a casa."
"Princesa, ya no sufras por causa de un mal que fue derrotado" le recordó su hermano, "más bien, dejame llevarte en mis brazos... quiero enseñarte a reinar"
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